Una experiencia como voluntaria en Haití
Mayo 16, 2018
Decidió salir de su zona de confort y dejar atrás su tranquila vida en Santiago, para emprender un viaje que la cambiaría por completo. Motivada por una fuerte labor social, Natalia Montaldo, enfermera matrona y exalumna de la Escuela de Enfermería UC, fue voluntaria profesional de América Solidaria en Haití, durante un año y medio.
Todo comenzó mucho antes de postular. Desde que salió de la universidad, siempre tuvo el sueño de ayudar a los más necesitados con sus conocimientos, como una forma de darle sentido a su carrera. Creo que es importante que tomemos conciencia de que el hecho de haber crecido bajo el abrigo de una familia que pudo satisfacer todas nuestras necesidades, en un contexto social favorable, y sobre todo, haber tenido la posibilidad de estudiar y ser profesionales, nos convierte en un grupo privilegiado. Deberíamos, por lo tanto, tener el deber moral de hacer algo por disminuir las desigualdades, para que todos podamos acceder a los mismos derechos y oportunidades”, reconoce Natalia Montaldo.
Fue la encargada de la apertura y ejecución del proyecto Estimulación Temprana en el centro Sant Zanj Makenson en Wharf Jeremie, donde se realizan consultas ambulatorias a menores y se atiende a niños con problemas de nutrición. Su labor se centró en estimular de manera integral el desarrollo de los pequeños de hasta dos años, desde la educación, el apego, la salud y la nutrición, para que, así, logren su máximo potencial.
“Fue una experiencia increíble de aprendizajes y crecimientos, tanto profesionales como personales. El compartir con personas tan distintas, de diferentes culturas y países, es un desafío importante a la flexibilidad, y que te va enseñando a acercarte al otro de una manera respetuosa, bajando los prejuicios y barreras, aceptando y entendiendo al otro con toda su globalidad: hábitos, cultura, costumbres, etc.”, destaca Natalia.
Haber sido voluntaria en el país más pobre de América Latina no fue nada sencillo. Es que las precarias condiciones en las que vive la población y la falta de recursos para realizar su labor, marcaron a esta joven. Así, aumentó su flexibilidad, su capacidad para gestionar procesos con lo mínimo y se dio cuenta de la importancia del trabajo en equipo, a la hora de conseguir grandes resultados. “Lo más duro fue encontrarme de frente con la vulnerabilidad tan extrema a la que están expuestas algunas personas, sobre todo mujeres y niños, ya que no están cubiertos sus derechos básicos como la salud, alimentación, vivienda, agua potable, educación. Esto te hace cuestionar todos los lujos con los que contamos en nuestro día a día y de los que no somos conscientes, de lo mal agradecidos que somos”, sostiene Natalia.
Aprendió a valorar las cosas simples de la vida, formó amistades que nunca olvidará y vuelve a Chile con la alegría de haber contribuido a crear un mundo más justo. “Trabajar de manera sincera y entregar el corazón en el día a día genera que la recepción sea igualmente abierta y cariñosa. Sentí que me abrieron las puertas de su trabajo y de su vida […] Me enamoré del país y traté de conocerlo desde sus raíces y empaparme de su cultura, por lo que me siento casi una haitiana más”, confiesa.
Hoy, su sentido de servicio y de justicia laten más fuerte que nunca. Está decidida a seguir trabajando para contribuir a disminuir la pobreza y desigualdades desde su vereda: la enfermería.